La guía del Espíritu Santo

La guía del Espíritu Santo

Porque todos los que son guiado por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios (Romanos 8:14).

Un joven piloto acababa de pasar el punto de retorno de su viaje cuando el tiempo se descompuso. La visibilidad disminuía considerablemente a medida que la niebla bajaba a la tierra. Para este joven era algo totalmente nuevo el tener que confiar en forma exclusiva en los instrumentos de su panel, ya que recién había terminado el curso.

Le preocupaba muchísimo el aterrizaje. Su destino era un aeropuerto metropolitano, siempre repleto y que él no conocía. Faltaban escasos minutos para entrar en contacto radial con la torre de control y, hasta ese momento, el joven se encontraba a solas con sus pensamientos. Su instructor lo había forzado a aprender de memoria el reglamento, cosa que no le interesó en su momento, pero que ahora agradecía.

Por fin escuchó la voz del controlador de tráfico aéreo diciendo: “lo voy a poner en espera”, “¡Lo que me faltaba”, pensó el piloto, aunque sabía que la seguridad de su aterrizaje estaba en las manos del controlador. Él tenía que atenerse a las instrucciones y entrenamiento previos, confiando ahora en la voz de un invisible controlador de tráfico aéreo. Consciente de que esa ocasión no era para dar muestras de orgullo, respondió: “Le agradeceré toda la ayuda que pueda darme porque aquí arriba no hay precisamente un experto profesional”.

El controlador exclamó: “Cuente con ello”, y durante los siguientes tres cuartos de hora guió amablemente al piloto a través de la espesa niebla. A medida que iba recibiendo las instrucciones para corregir rumbo y altura, el joven piloto se dio cuenta que el controlador lo iba dirigiendo en forma tal que esquivaría los obstáculos, alejándolo del riesgo de posibles choques. Por último aterrizó sano y salvo, gracias a las palabras del reglamento firmemente colocadas en su mente y a la amable voz del controlador.

El Espíritu Santo nos guía por el laberinto de la vida en una forma muy similar a la de ese controlador de tráfico aéreo. El controlador supuso que el joven piloto comprendía las instrucciones del manual de vuelo y basó su guía en eso. Así pasa con el Espíritu Santo; puede guiarnos si tenemos establecida en nuestra mente la Palabra de Dios y su voluntad.

Oración: Señor, elijo ser sensible a tu voz y me comprometo resueltamente a hacer tu Voluntad.

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