Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios Romanos 10: 17
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve Hebreos 11:1
La fe es creer. Creer que Dios existe, por supuesto, pero también es creer todo lo que dijo, es decir, creer en la Palabra de Dios.
La fe no es una simple creencia, una herencia cultural conservada por tradición familiar. Es cierto que muchos no distinguen entre creencia y fe; para ellos el cristianismo es una religión como cualquier otra, una adhesión intelectual o sentimental a un conjunto de reglas y dogmas.
Pero la fe es completamente distinta. Es una convicción del corazón, nace por la confianza y la obediencia, y nos permite afirmar lo siguiente: “la Biblia tiene razón. Dios existe, habló y se dio a conocer a través de la persona de Jesucristo”.
La fe es creer que el Creador del universo quiso que existiésemos, que se interesa por nosotros y desea dar un sentido a nuestra vida. Es admitir los límites del hombre y aceptar la autoridad de Dios; es admitir que hemos vivido como si Dios no existiese; en otras palabras, es cambiar de actitud y reconocer nuestras faltas.
La fe es aceptar el perdón que Dios nos ofrece gracias a la obra de Cristo. Su muerte en la cruz borra nuestra culpabilidad, nos reconcilia con Dios y permite que empecemos una nueva vida.
Por lo tanto, la fe libera del pasado, da un nuevo impulso para vivir el presente y nos abre entrada al futuro eterno.
La fe no es un salto a lo desconocido, sino un paso hacia alguien; es dar nuestra mano a Aquel que ya nos tendió la suya para recibirnos con amor.
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