Comenzamos el quinto año de los Cafés filosófico, ¿quién lo diría?
Este año el eje temático será aquel que abarca los 4 primeros siglos de nuestra era. Esta vez, los Padres apologistas asumirán el protagonismo. Y leer a los Padres, en tiempos en donde impera el espíritu postmo es tan saludable, que hace que nuestras propias mentes se nutran de argumentaciones, en lugar de entusiastas opiniones, o de dudosas experiencias en y con el Espíritu. Además, nos permite conocer en profundidad cuáles fueron los problemas que tuvieron que enfrentar los apologistas: las primeras herejías, las persecuciones imperiales, los falsos testimonios en contra de los cristianos, entre numerosas cosas.
Leer a los Padres hace que nuestras certezas se inserten en una tradición de fe, que no comienza cuando Lutero clavó las 95 tesis en el siglo XVI en Alemania, sino en el mismo momento en que Cristo ascendió a los cielos, y los apóstoles primero, los padres apostólicos después y, finalmente, los apologistas grecolatinos entrado el siglo II, dieron cuenta del glorioso y trascendente Evangelio. Muchos conocen bastante acerca de los predicadores famosos que copan radios y pantallas pero pocos saben quiénes fueros Justino, Tertuliano, Clemente, Orígenes, Taciano, Atenágoras, Arístides, etc.
Quizás, algunos desconozcan que las doctrinas fundamentales de nuestra fe fueron concebidas por los Padres en discusión con toda una tradición filosófica riquísima en conceptos y en matices. Es que leer a los Padres es encontrarse con toda la tradición filosófica griega, y ello requiere mayor precisión que conocer dos o tres versículos de memoria. Por otro lado, la separación entre filosofía y teología ni siquiera era un problema para los Padres; aun aquellos que se oponían a la filosofía, lo hacían desde la filosofía porque, en su gran mayoría, eran filósofos y tenían un profundo conocimiento de la cultura helénica. Espero que la excelsa filosofía de los Padres pueda nutrir nuestra fe con elegantes y finos discursos.
Como siempre, están todos invitados para discutir y pensar libremente, puesto que los cafés filosóficos están diseñados para todos aquellos espíritus libres que deseen profundizar su fe, en base a argumentaciones que puedan satisfacer algunas lagunas existenciales. No es el espíritu del café agregar o quitar algo de lo escrito en las Escrituras, sino profundizar en ellas con todo el instrumental maravilloso de la filosofía, en este caso, griega. Los espero a todos.
Prof. Claudio Gustavo Barone
(Un servidor del Pastor de los Pastores: Jesús el Cristo).