El movimiento evangélico Armenio

El movimiento evangélico Armenio

En ocasión del 150 Aniversario del nacimiento del movimiento evangélico Armenio, la Iglesia Evangélica Congregacional Armenia “Santísima Trinidad” de Buenos Aires, Argentina, publica los siguientes extractos concernientes a los comienzos de este Movimiento. Estos textos están extraídos del libro “LE MOUVEMENT EVANGELIQUE ARMENIEN” cuyo autor es el Pastor Jean Daniel Sahaguian y traducida del Francés por la hna. Alicia J. Kalaidjian.

…Aunque el Movimiento Evangélico armenio, bajo la forma organizada, aparece entre nosotros a mediados del siglo XIX, los principios que lo inspiraron tuvieron sus adeptos desde siempre, dentro del seno de la Iglesia Apostólica Armenia. Los reformadores no faltaron en la Iglesia Apostólica Armenia, que se esforzaron a través de los siglos con mayor o menor éxito, a menudo enfrentando la incomprensión y la persecución por tratar de hacer volver a su Iglesia a la pureza primitiva y a su carácter evangélico de sus orígenes. Citamos al más conocido de ellos, Gregorio de Narek, quien vivió en el siglo X, y a quien sus adversarios lo acusaron de herejía para contrarrestar sus tentativas de reforma.

Este deseo de renovación se hace más notorio a fines del siglo XVIII y al comienzo del XIX y se manifiesta simultáneamente, en Jerusalén, en el Cáucaso y especialmente en Constantinopla. El comienzo del siglo XIX se caracteriza por un renacer general que se manifiesta en todos los planos, la renovación intelectual es acompañada como una consecuencia por una renovación religiosa. Se comienza a reflexionar más sobre cuestiones religiosas; existe una elite, que desea de todo corazón una reforma religiosa que se ha vuelto muy necesaria. Muchos desean particularmente tener una Biblia y estudiarla. Es importante destacar que antes de la llegada de los primeros misioneros americanos, una renovación espiritual había comenzado a manifestarse entre los armenios.

Existía ya, en el seno mismo de la Iglesia Apostólica Armenia, un grupo de sacerdotes y clérigos (Vartabed) que deseaban ardientemente la reforma de su iglesia. En el seno del alto clero, no faltaban simpatizantes de este movimiento.

La simple lectura de un fragmento de la Biblia o de un folleto religioso era suficiente para provocar un despertar religioso. Espontáneamente se formaron grupos para dedicarse a la oración y al estudio en común de la Biblia, y esto fuera de toda intervención de un misionero o de un evangelista.

LA LLEGADA DE LOS PRIMEROS MISIONEROS AL CERCANO ORIENTE
En 1820 se crea en Estados Unidos la “American Board of Commisioners Forening Mission” (ABCFM), cuyo objetivo era predicar el Evangelio a los musulmanes y a los judíos del Cercano Oriente. Los americanos no sabían entonces nada de los armenios. Pero los primeros misioneros que vinieron a hacer una investigación en el lugar, pronto se dieron cuenta en Beirut como en Jerusalén o en Turquía, que los armenios formaban en el Cercano Oriente el elemento más abierto a las verdades Evangélicas, los más sedientos de renovación religiosa. La cuestión se centró desde entonces en crear un ramal armenio en esta misión.

En 1827, el misionero Jonás King, al dejar Beirut (Líbano), escribió a sus amigos árabes una carta circular que era una suerte de Credo de la fe Evangélica. El Obispo Dyonisios, encargado de traducir esta carta del inglés al árabe, tuvo la idea de traducirla al armenio, y enviar algunos ejemplares a sus amigos de Constantinopla.

La lectura de esta simple carta tuvo una repercusión profunda. Los destinatarios se reunieron algunos días más tarde con el Patriarca de Constantinopla, para releer esta carta en una sesión solemne. El efecto producido fue tal, que se decidió de común acuerdo tomar, sin tardar, ciertas medidas indispensables para la reforma de la Iglesia Armenia, y en particular aquellas que permitirían mejorar la formación del clero, formación bastante negligente hasta entonces. Un seminario Teológico fue creado, cuya dirección fue confiada a Krikor Pechdimaldjian, erudito y armenólogo de renombre, el mejor teólogo armenio de su época, y partidario convencido, además, de la necesidad de reformar la Iglesia.
El seminario comienza a funcionar a partir de 1828.

LOS MISIONEROS EN CONSTANTINOPLA
En 1830, llegó a Constantinopla el primer misionero enviado por “Near East Mission”. La misión dio precisas instrucciones e los misioneros tener sumo cuidado en no crear discordias en el seno de la Iglesia Armenia: su cometido era ayudar al desarrollo espiritual y cultural del pueblo Armenio, por la predicación del Evangelio y la apertura de escuelas. Y efectivamente las cosas fueron así en los comienzos. Excelentes relaciones se establecieron de entrada entre esos primeros misioneros y el alto clero armenio, en particular con el patriarca Stephan Zacharian, un eclesiástico iluminado y abierto a las ideas nuevas.

El patriarca armenio alentó desde lo alto de su cátedra la lectura y estudio de la Biblia, e hizo quitar en 1834 las imágenes que cubrían los muros de las iglesias de la capital, para reemplazarlas por versículos bíblicos escritos en grandes caracteres. Muchos de los alumnos de Pechdimaldjian, con el asentimiento de su profesor, comenzaron entonces a frecuentar regularmente a los misioneros, deseosos que ellos perfeccionaran su formación intelectual y religiosa.

Un establecimiento de enseñanza superior, el primero en su género, en Turquía, fue creado en 1834 por los misioneros, en uno de los barrios de la capital. Pero esta extensión de la actividad de los misioneros atrae la atención, y una reacción comienza a dibujarse en los años siguientes, por lo que este establecimiento tuvo que ser cerrado en 1837. Esta reacción se explica en que si bien los misioneros se conducían con tacto y buena fe, y el patriarca, una parte del clero y la élite intelectual estaban abiertos a las ideas nuevas y deseosos de una reforma interna y de una renovación espiritual de su Iglesia, la mayoría del clero y del pueblo armenio estaban atados a las viejas tradiciones consideradas como sacrosantas. Era inevitable que los malentendidos surgieran tarde o temprano.

A medida que el movimiento fue creciendo en importancia y que el número de personas ganadas a las ideas evangélicas aumenta, la reacción toma cada vez más la forma de una persecución oficial. Esta situación lleva a un pequeño grupo de sus simpatizantes a agruparse secretamente en una “Unión de Piedad” (“Paribajdagan Miutiun”) cuyo objetivo era promover la reforma de la Iglesia Armenia.

Las molestias comienzan pronto para los miembros más activos de la “Unión de Piedad”, cuya mayoría está compuesta por sacerdotes.
El sector reaccionario dentro de la Iglesia consigue ganar el apoyo de ciertos “amiras” (altos funcionarios) armenios activos, y hacen nombrar como adjunto del Patriarca Stephan Zacharian, apodado “paloma” por su dulzura y juzgado decididamente muy simpatizante del Movimiento Evangélico, al Obispo Hagopos Seropian, un hombre conocido por su oposición feroz a las nuevas ideas. De hecho el adjunto se apropió de entrada de la totalidad del poder del Patriarcado. Llegó el 5 de febrero de 1839, hizo realizar una lista de todas las personalidades sospechadas de “herejía”.

Esta lista de 500 personas, comprendía obispos, “vartabeds”, sacerdotes, maestros, etc. Tienen lugar arrestos con el acuerdo del gobierno turco, y un clima de terror se establece. Una orden de exilio es promulgada contra aquellos que eran presumidos de ser los más culpables.
Hovhannes Der Sahaguian, un maestro, antiguo alumno de Pechdimaldjian, considerado como el jefe de la “Unión de Piedad”, fue encarcelado. Su hermano Avedís tuvo el tiempo justo de refugiarse en la casa de un misionero. El Patriarca Stephan “paloma”, temiendo por si mismo, da su renuncia, y su adjunto Hagopos Seropian se convierte en Patriarca en su lugar.

Todas las publicaciones de los misioneros sin excepción fueron prohibidas para los armenios, por un decreto del patriarcado. Aquellos que estaban en posesión de obras publicadas por la prensa misionera debían quemarlas o llevarlas al patriarcado. Todo contacto con los misioneros fue prohibido.
El clima de sospecha y persecución llegó a tal grado, que era suficiente saludar en la calla a un misionero americano, para ser enviado a exilio. Era suficiente citar una palabra del Evangelio, o hablar un armenio culto, para ser sospechoso de “herejía”. Es aquí que se verifica una vez más el error de toda persecución religiosa. La persecución y el exilio no hacen más que dar un nuevo desarrollo al Movimiento Evangélico.

Es necesario destacar, desgraciadamente, en esta persecución la intervención de factores extranjeros, la desconfianza ante todo del gobierno turco hacia todo movimiento de carácter popular, y la intromisión de muchas embajadas extranjeras que vieron un peligro para sus intereses en la influencia adquirida por los misioneros americanos. Después de un corto período de calma, la persecución retornó en 1841. Pero nada pudo en lo sucesivo detener el Movimiento, el número de adeptos iba en aumento, en Constantinopla mismo y en provincias lejas, como Aintab, Marash y hasta en el mismo Alep. Todas estas persecuciones no eran por otra parte, más que el preludio del verdadero tormento todavía a estallar.

Hasta entonces, los partícipes de las ideas evangélicas esperaban reformar su Iglesia desde el seno de la misma. Ninguno de ellos quería dejar esta Iglesia. Deseaban solamente darle a su Iglesia la fisonomía inicial y liberarla de todos los elementos que se agregaron luego. La intolerancia, y la persecución del sector reaccionario dieron otro curso a los acontecimientos.

LA ESCISIÓN – EL PATRIARCA MATHIEU TCHOUHADJIAN
Con la llegada al poder del Patriarca Mathieu Tchouhadjian, el 29 de julio de 1844, una nueva era de persecución, la más violenta de todas, se inicia para los Evangélicos. La situación se deteriora muy rápidamente para ellos, hasta tornarse muy pronto intolerable: boicot comercial, exilio de maestros y de sacerdotes, lapidaciones, apaleamientos, encarcelamientos arbitrarios sin previo proceso, todo fue puesto en marcha para aniquilar rápidamente el Movimiento, en la capital como en las provincias del interior. Consignas secretas fueron dadas a los patrones y a los clientes de los evangélicos que se encontraron de un día al otro sin empleos, privados de todos los medios de subsistencia durante mucho tiempo, pero ellos no renunciaron a sus convicciones. Los sacerdotes de la capital habían recibido la orden de denunciar al Patriarcado a todos aquellos que no iban a confesarse y que no tenían comunión en sus iglesias locales. Todas esas personas se arriesgaban a la excomunión con las temibles consecuencias.

LA EXCOMUNION
El 25 de enero de 1846, después de la misa, el patriarca hizo apagar las luces de la Iglesia, sacar la gran cortina del altar y leer solemnemente un decreto de excomunión contra un anciano sacerdote, convertido en uno de los dirigentes de las filas del Movimiento Evangélico, Der Vertanés Yeznaguian. Al domingo siguiente, convocó a Apisogom Utudjian y a los principales de los Evangélicos, exigiendo que firmaran un acta de arrepentimiento redactada por él, bajo pena de excomunión. Pero ninguno de ellos consintió en firmar este texto que contradecía sus convicciones más íntimas y que violentaba sus conciencias. Al domingo siguiente, fue proclamada la excomunión contra todos los Evangélicos declarados eternamente malditos y excluidos de la Iglesia Apostólica Armenia. Consignas extremadamente duras fueron al mismo tiempo dadas a la población, acerca de la actitud que debía adoptarse contra los “herejes” bajo pena de excomunión. Vale la pena citar algunas frases que nos ayudarán a percibir la atmósfera que reinaba en esos días en la capital: “Cualquiera que tenga un hijo o un hermano, un pariente, un amigo o un socio que simpatice con esos malditos y participe de sus ideas, si le da de comer o beber, si lo saluda o responde a su saludo, si inicia relaciones de amistad con ellos o los ayuda de alguna manera a ganar dinero, que sepa que alimenta en su casa una serpiente venenosa, que lo envenenará un día con su veneno mortal, y que él perderá su alma, estando a merced de Satán. Estos son enemigos de la santa fe cristiana, destructores de la santa iglesia, y un oprobio para la nación. Sus casas y sus negocios son malditos, cualquiera que los visite, lo sabremos y los excomulgaremos a su debido tiempo”. El mismo decreto de excomunión debía ser leído en todas las iglesias armenias del Imperio Otomano.

La excomunión tenía consecuencias graves para aquellos que había sido pronunciada. Todos los evangélicos fueron privados de trabajo, muchos fueron expulsados de sus casas y negocios. En las familias estallaron tragedias: jóvenes fueron expulsados por sus padres fanáticos o enojados a causa de sus convicciones evangélicas.

Es la oportunidad de abordar aquí una cuestión controvertida, en una lectura imparcial de la historia. Se ha afirmado y se afirma a veces todavía, que los misioneros “extranjeros” “convirtieron” a los armenios al protestantismo comprándolos, procurando ventajas materiales, y que se convirtieron en protestantes por interés. Esto es pura calumnia, nacida dentro de un clima de pasión, y destinado a manchar tanto a los misioneros americanos como a los evangélicos armenios. Es necesario decir con fuerza que esta afirmación no tiene ningún fundamento y que aquellos que la proclaman todavía, lo hacen por ignorancia o mala fe. Los evangélicos, por serlo, no tuvieron ningún beneficio, y esta opción fue para ellos una causa directa de empobrecimiento y de dificultades de toda clase y los misioneros que vinieron a ayudarles no lo hicieron para “convertirlos”, sino para evitar una situación que se había tornado trágica por la persecución y el empobrecimiento, que continuó por largos años, lo que hizo que los evangélicos fueron dependientes de la ayuda exterior.

HACIA LA CREACION DE UN “PUEBLO PROTESTANTE” (“protestant millet”)
Los evangélicos se dirigieron al gobierno otomano, en febrero de 1846, para pedirles su protección. Este pedido, así como la intervención de muchos embajadores, fue considerado. Pero la única solución ofrecida por el gobierno fue la creación de un “pueblo (millet) protestante” o comunidad religiosa independiente, por la que los evangélicos podían escapar de la jurisdicción del patriarca. En mayo de 1846, bajo la intervención del embajador inglés, el ministro de asuntos religiosos Rachid Pasha, promulga un convenio acordando la protección del Gobierno a los “Protestantes” y los autoriza a abrir sus negocios, siendo garantes unos por los otros, sin depender de la jurisdicción del patriarca.

A pesar de su repulsión a aceptar este título de “Protestantes” (fueron sus adversarios que les dieron este nombre) los evangélicos estaban prácticamente obligados a aceptar esto, para poder gozar de una protección elemental. A pesar de todo, la idea de constituirse en una comunidad religiosa separada no simpatizaba a los evangélicos. Al no dejarles otra posibilidad, es que resuelven finalmente tomar una decisión.

Después de mucha reflexión, consultas y después de mucha oración, es que llegan a la convicción que es necesario constituir una Iglesia Evangélica Armenia, para poder libremente celebrar sus cultos y escapar a la opresión económica a la cual eran sometidos, y porque no había ninguna posibilidad de obrar desde el seno para la renovación de esta Iglesia Gregoriana que les era muy querida, ellos piensan que la constitución de una Iglesia Evangélica iluminada sería indirectamente un estímulo para la Iglesia-madre y que algo “podría” así finalmente modificarse dentro de ella.

LA CREACIÓN DE LA IGLESIA EVANGÉLICA ARMENIA
Una vez tomada la decisión, la “Unión de Piedad” se dirige a los misioneros, pidiéndoles que los ayuden con su experiencia en estos asuntos. Una asamblea fue convocada el 1º de Julio de 1846. A la pregunta hecha por los misioneros: “A que denominación decidieron Uds. Unirse?”, los evangélicos armenios dieron una respuesta remarcable: “Nosotros no tenemos necesidad de decidirnos por tal o cual denominación, ni imitar servilmente a algún grupo extranjero. Somos discípulos del Evangelio, habiendo adoptado los principios vivificantes, deseamos que nuestra Iglesia-madre retorne a su antigua rectitud y a su antigua simplicidad apostólica. Hemos decidido constituirnos en IGLESIA EVANGÉLICA ARMENIA (Haiasdaniatz Avedaragan Iegeghetzi) y no otra cosa”.

Rehusando unirse a alguna de las denominaciones existentes, sea presbiteriana, luterana, anglicana, libre o de los hermanos, deseando unirse solamente por el Evangelio, los evangélicos armenios dan prueba de una gran inteligencia y ponen bases seguras para el futuro. Toda tentación de separarse de esta base, todo intento de aproximarse a tal o cual denominación, de imitar tal o cual grupo, debe ser considerada como una traición al espíritu con el cual fueron creadas las Iglesias Evangélicas Armenias.

En el transcurso de ese mismo culto se procedió a la elección del primer pastor de la Iglesia Evangélica Armenia, en la persona de Apisogom Utudjian, elegido por unanimidad, así como a los Ancianos de la Iglesia. Al domingo siguiente el pastor Utudjian fue consagrado por los misioneros. Durante el transcurso de un culto de Santa Cena, celebrado el domingo siguiente, un gran número de nuevos miembros se agregan a la Iglesia que acababa de constituirse.

El mismo mes, Iglesias Evangélicas fueron fundadas en Nicomédica y Adabazar, a comienzos del otoño en Trebizonda, y enseguida en otros lugares, en las provincias del interior. Antes de fin de año, el número de los miembros declarados de las Iglesias Evangélicas Armenias había pasado el millar.

Una página fue dada vuelta, un paso fue tomado, cargado de consecuencias, volviéndose imposible todo retorno al pasado. Deseamos citar algunas líneas de un folleto escrito por el pastor Bedikian, de Nueva York, titulado: “Los comienzos del Movimiento Evangélico entre los armenios”… “Esos primeros evangélicos no se apartarán jamás de su amor hacia su pueblo y hacia la Iglesia-madre. Sí la separación eclesiástica se tornó inevitable, no fue voluntaria…. Aquellos que se separan entonces de la Iglesia-madre para constituir su propia Iglesia, habrían preferido, si les hubieran dejado la posibilidad, quedarse en la Iglesia con su luz evangélica como muchos otros lo harían posteriormente, y lo hacen todavía.

No fue la frialdad hacia su Iglesia que provocó la separación, más fue el amor ardiente por las verdades del Evangelio, y la fidelidad a la verdad, más que hacia una pujante tiranía. Es una protesta que se elevó contra las autoridades eclesiásticas de ese tiempo, contra sus exigencias que estaban en contradicción además con el espíritu y el carácter fundamental y primitivo de la Iglesia-madre. No hubiera habido separación si la Iglesia hubiera estado dirigida en ese momento por otros hombres, si las autoridades eclesiásticas de ese tiempo, no hubieran tratado de apagar la luz y el espíritu evangélico que había visto el día en el seno mismo de la Iglesia. Como no fue posible permanecer evangélico en el seno de la Iglesia-madre, fueron obligados, con dolor y contra su voluntad, y guardando el mismo amor hacia ella, de constituirse en Iglesia Evangélica Armenia, separada e independiente”.

Informaciones extraídas del Libro “The Burning Tigris” de Peter Balakian (en inglés) que complementan y amplian los escritos del Pastor Jean Daniel Sahaguian: pag. 23 – 25 – 26 – 27: El interés norteamericano sobre Armenia es inseparable del movimiento misionero que en la década de 1880 en Anatolia, superaba a los movimientos misioneros originados en Europa. Especialmente desde New England (Nueva Inglaterra: Maine, New Hampshire, Vermont, Massachusetts, Rhode Island y Connecticut), Nueva York y Ohio.

En 1812, el American Board of Commissioner for Foreign Mission (ABCFM), fue fundado en Boston por la Iglesia Congregacionalista con envío de los primeros misioneros a la India en 1812, en 1816 a Ceylan, en 1818 a Tierra Santa y en 1819, enviaron a los misioneros Levi Parsons y Pliny Fisk a Esmirna y la costa Oeste de Turquía.

En 1831 la ABCFM estableció una misión para los armenios en Esmirna y Constantinopla. Para ello enviaron a William Goodell y su esposa, como los primeros misioneros. Pronto abrieron obras en Brusa, Trebizonda y Erzerum.

En 1863 tenían 270 obras en Turquía Asiática, 150 misioneros, 13.000 miembros en sus iglesias, 60.000 estudiantes en sus 132 colegios secundarios y 110 escuelas primarias, 6 colegios superiores y varios seminarios teológicos.

Los nuevos convertidos armenios no pretendían abandonar la iglesia madre sino mejorarla. Esta reaccionó excomulgando y persiguiéndolos. Culparon a los misioneros por traer nuevas ideas sobre la libertad, el derecho de cada hombre y mujer, la escolarización, etc.

Se fundan algunas instituciones famosas: Roberts College en Constantinopla, Euphrates College en Harpert, Central Turkey College en Aintab, Girl´s International College en Esmirna, etc.

(Escrito incluído en la Síntesis de la Historia Armenia)

XIII – EL MOVIMIENTO EVANGÉLICO ARMENIO

Comenzó en forma organizada a mediados del siglo XIX. Los principios inspiradores nacieron en el seno de la Iglesia Apostólica Armenia. En ella se formaron grupos de oración y estudio bíblico donde no faltaron miembros del alto clero. En 1828, se creó un Seminario Teológico cuya dirección fue confiada a Krikor Pechdimaldjian, erudito y armenólogo de renombre, el más importante teólogo de su época. En 1831, llegaron a Constantinopla William Goodell y su esposa como los primeros misioneros enviados por la Near East Mission, para la predicación del Evangelio y apertura de escuelas. Pronto se abrieron obras en Brusa, Trebizonda, Erzerum y luego en numerosas ciudades.

Las relaciones de estos creyentes devotos fueron excelentes con el patriarca Stephan Zacharian, un eclesiástico abierto a las ideas de renovación espiritual. Muchos alumnos de Pechdimaldjian, con el asentimiento de su maestro, comenzaron entonces a establecer lazos con los misioneros. Lamentablemente, se produjo una división y el Patriarca Stephan Zacharian decidió renunciar. El cargo fue ocupado por su adjunto, el Obispo Hagopos Seropian. Con la llegada del nuevo Patriarca Mathieu Tchouhadjian, en julio de 1844, se produjo la separación. En enero de 1846 se dio a conocer un decreto de excomunión. El 1 de julio de 1846 se constituye la Iglesia Evangélica Armenia (Haiasdaniatz Avedaragan Iegueguetzí). El pastor A. A. Bedikian (autor de valiosas obras sobre la armenidad, entre ellas “La edad de oro en el siglo V”, traducida al castellano por el Reverendo José Moussayan) escribe acerca de los comienzos del Movimiento Evangélico entre los armenios, donde afirma: “Estos primeros evangélicos no se apartarán jamás de su amor hacia su pueblo y hacia la Iglesia Madre. Si la separación eclesiástica se tornó inevitable, no fue voluntaria”.

En 1863, los misioneros inauguraron en Constantinopla, en el barrio de Bebek, el Robert College, un establecimiento de enseñanza superior (odiado por el Sultán Abdul Hamid II), que pronto logró un notable prestigio con alumnos turcos, armenios y no pocos que fueron llegando desde el exterior. Orhan Pamuk el distinguido escritor turco fue uno de sus alumnos.

Los evangélicos armenios establecen relaciones con las distintas misiones europeas y norteamericanas que se radicaron en Turquía fundando templos, escuelas, seminarios, orfanatos y hospitales. En estas instituciones encontraron refugio muchos miles de armenios, especialmente mujeres y huérfanos antes, durante y después del genocidio. Ellos nunca olvidarán que en Turquía y también fuera de ella (especialmente en Siria y Líbano) recibieron abrigo, alimento y aprendieron oficios gracias a estos misioneros: mujeres y hombres cristianos, varios de los cuales fueron martirizados por los turcos. Gracias al Near East Relief (Socorro para el Cercano Oriente), entidad cristiana filantrópica de Estados Unidos, integrada por líderes religiosos, empresarios, políticos (algunos llegaron a la presidencia de Estados Unidos.), muchos miles de madres y huérfanos armenios, sirios, griegos, árabes, etc. pudieron sobrevivir protegidos en orfanatos y escuelas, alimentados y capacitados en oficios por los misioneros cuya obra de socorro se extendió hasta Ereván. Este colosal esfuerzo de ayuda superó los 100 millones de dólares de esa época. En 1930, el Near East Relief terminó sus actividades en Oriente y entregó sus bienes en Antelias (Líbano) al Catolicosado de Cilicia, donde hoy se levantan la Catedral, seminario, imprenta, biblioteca, la Capilla de los Mártires y una escuela primaria. En la Argentina y el mundo, muchos miles fueron rescatados de una muerte segura por el Relief, y han sido testigos vivientes de esta generosa obra.

Desde 1930, esta benemérita institución se llama Near East Foundation, continuando
hasta la actualidad con tareas humanitarias.

Calvin Coolidge. (Presidente de Estados Unidos 1923-1929), manifestó: “Se ha despertado una nueva noción del valor de un niño, una nueva concepción de la religión activa y una nueva esperanza por un orden social mejor. Ha sido el ejemplo de un Cristianismo práctico libre de tendencias sectarias y forma eclesiástica, que reconoce el derecho de cada uno a su fe ancestral, a la vez que expresa la religión en términos de sacrificio y servicio a la sanación de las heridas de guerra.”

HOMENAJE DE HOM (Unión General Armenia de Beneficencia, fundada en 1910) otorgó el Premio “Ararat” al Near East Foundation de Estados Unidos, creado en 1915 como Near East Relief, que en 1919 cambió su nombre a Comité Americano de Socorro para el Cercano Oriente. Este ministerio cristiano tuvo matices conmovedores porque a través del Relief miles de víctimas recibieron asistencia e incluso, muchos miles salvaron sus vidas. La organización contó con el firme apoyo del entonces Embajador de Estados Unidos en el Imperio Otomano, Henry Morgenthau. Según datos existentes, durante los años del genocidio, el Relief salvó y asistió a 132.000 huérfanos armenios por toda Asia Menor, llevando a cabo su labor en ciudades como Tiflis, Ereván, Constantinopla, Beirut, Alepo, Damasco y Jerusalén, además de las ciudades afectadas en los territorios históricamente armenios. En la actualidad, esta organización lleva a cabo su labor en 16 países de África y Medio Oriente.

Sólo en Marash (ciudad de Cilicia), el jueves 12 de febrero de 1920, la arriesgada gestión de los misioneros Reverendo James K. Lyman y el Dr. Marion Wilson, Director del Hospital Alemán. A último momento, cuando los turcos con dominio total de la situación tras la retirada francesa, estaban por incendiar con trapos embebidos con kerosene en su extremo, todos los edificios restantes donde se refugiaba el resto de los aproximadamente 10.000 armenios confinados en algunos complejos, pudieron con riesgo de su propia integridad, salvar las vidas de los sobrevivientes. Los detalles constan en “Ni reír ni llorar” del pastor Abraham H. Hartunian, testigo presencial de los hechos. Otro testigo fue Stanley E. Kerr, perteneciente al Near East Relief. En su libro “Los Leones de Marash” también se refiere a este hecho providencial. Asimismo consta en el capítulo 10 de mi libro “Morir en Marash” (en el orfanato de Betshallum estaban refugiados mis padres, abuelos maternos y familiares), dedicado a honrar la memoria de estos dos hombres de Dios y a la Misión que los envió.

Según el Patriarcado Católico de Cilicia, actualmente en Beirut (Líbano), sólo allí durante el genocidio murieron 7 obispos, 130 sacerdotes y 100.000 fieles. En 1991, el Papa Juan Pablo II beatificó al Obispo Ignacio Maloyan, fusilado con varios cientos de fieles por no abjurar de su fe. Las víctimas armenias de todas las confesiones cristianas y aún incrédulos, son incontables. Muchos de ellos murieron luego de torturas y vejaciones repugnantes, acusados como “infieles”. El crimen de matar en el nombre de Dios es una blasfemia, el más vil de los crímenes.

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