No hay duda, la familia está en crisis. Está pasando por momentos muy delicados debido a los fuertes cambios sociales que está padeciendo la nueva sociedad de principios del siglo XXI. El panorama que nos rodea siempre repercute sobre nuestras familias. Es muy probable que esta desintegración familiar tenga que ver con la crisis de la responsabilidad paternal, la falta de respeto entre padres e hijos, la infidelidad, la promiscuidad, etc.
La realidad nos muestra que es necesario llegar hasta el nudo del problema. No podemos prestar atención a los síntomas sin atacar la enfermedad. No se puede atender solamente o intentar llegar a los adolescentes con su problemática sin reconocer que hay padres detrás de ellos. La familia que no se considera a sí misma como un equipo de trabajo, nunca será una “célula” que transforme este “cuerpo” que llamamos sociedad.
Evidentemente es un panorama aterrador y oscuro, pero nos muestra una aproximación a la familia posmoderna muy cierta. ¿Qué es lo que más influye en esta problemática? ¿Qué ha llevado a la familia a esta situación? Podríamos mencionar sólo algunos aspectos: el machismo, la infidelidad, la falta de compromiso conyugal, la informalidad de la alianza matrimonial, la ausencia de Dios.
Pero el Evangelio sostiene que la Palabra Divina y el soporte espiritual del Señor Jesucristo son necesarios para fundar una nueva familia y conservarla. Tenemos que reconocer que la crisis del sistema familiar actual no se ha dado por generación espontánea sino porque también se está sufriendo una crisis social que tiene que ver con valores, normas, costumbres, paradigmas, etc. Parece una reacción en cadena. Los cambios sociales tarde o temprano afectan a todos sus componentes.
El desafío inmediato y urgente es el de construir una familia sana y coherente. De todas maneras, nos guste o no, la postmodernidad debe ser aplicada en términos descriptivos y no valorativos sobre la familia. Debemos recordar por lo menos dos cosas:
- La familia sigue siendo el principal lugar donde se transmiten los valores. Porque la familia es un espacio generador de ideas y de reflexiones. Es el lugar donde los componentes elaboran sus propias preguntas y respuestas. Padres e hijos. Cada familia discute sobre los temas de actualidad y sobre la realidad que la rodea para producir significados propios.
- La realidad es una oportunidad educativa. Las crisis siempre deben ser oportunidades de cambio, de análisis profundo. La familia, además de ser un centro generador, está inmersa en un proceso de aprendizaje continuo. Por eso, la familia también es una institución formadora. Pero para ser formador se debe tener una actitud de madurez personal y espiritual.
La gran pegunta es ¿qué podemos hacer? Por un lado, le toca al Estado crear instituciones serias y responsables de recuperación. Por otro lado, la iglesia debe reconocer la necesidad de un programa familiar que transforme y oriente a las familias hacia un proceso integral.
Adaptado por Pastor Roberto Góngora.