
Hoy es una fecha muy especial. Cumplimos 85 años desde que esta familia nació como iglesia, como congregación, como un testimonio local para muchos. Nos haría bien repasar juntos aquel momento en el que el rey David dedica la ofrenda para el templo que construiría su hijo Salomón.
Cuando vemos logros, sueños y proyectos concretados entendemos que ha sido con mucho esfuerzo. No solo el esfuerzo de los mayores, de los primeros… también está el esfuerzo de las generaciones de hoy, otro tipo de esfuerzo, pero es bueno reconocerlo.
Me gusta estudiar este pasaje, volver a escarbar en busca de situaciones que antes no había visto. La historia nos relata el esfuerzo de un pueblo para construir un templo. Pero nos queda claro que el esfuerzo comunitario es la suma de los esfuerzos personales.
¿Qué nos dice hoy este pasaje?
- Construimos para el Señor (v1). Nos dice el pasaje que el rey David dijo a toda la congregación que “… el templo no será para hombre sino para Jehová Dios”. Esto es importantísimo. En un tiempo lleno de construcciones personales, de luminarias que promocionan lo nuestro, la Palabra nos redirige en este sentido a un cambio de perspectiva. Redirigir la obra, la construcción de nuestras manos.
Cuando construimos en nuestro nombre, construimos Torres de Babel. No podemos olvidar que construimos para el Señor, que siempre debemos echar las redes en el Nombre del Señor. Lo que se hace en el Nombre del Señor no se hace en nuestro nombre. Juan el Bautista sabía de este principio fundamental y rector en la vida de los cristianos… “es necesario que yo mengüe y que Él crezca”.
- Se construye con esfuerzo (vs 3-6). El pasaje también nos relata acerca del esfuerzo. Y éste también es un principio rector de La Palabra. Nada se logra sin esfuerzo, sin sacrificio, aun cuando se hereda algo es necesario sostenerlo con el sacrificio.
Vemos aquí que el proyecto de construcción del templo incluía distintos niveles de compromiso: esfuerzo personal (David), esfuerzo familiar (las casas paternas), esfuerzo del pueblo.
Es interesante notar que todos estos esfuerzos eran VOLUNTARIOS, no eran obligatorios ni compulsivos. Pero en la suma final, el cronista (v.9) nos dice que esto trajo “alegría al pueblo”. Cuando el esfuerzo, la ofrenda, se origina en un corazón voluntario el resultado es claro.
- Nada es nuestro (v.11 y ss.). El Apóstol Pablo recuerda a los Corintios “¿Qué es, pues, Apolos? Y ¿qué es Pablo? Servidores…” David menciona en su oración, en mas de una oportunidad: “tuyos son…, tuya es…”.
Entonces, si todo es de Dios…nada es nuestro. ¿Cómo es entonces que nosotros decidimos sobre lo que es de Dios? Dice el pasaje: “Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecer tan generosamente todo esto?” Me parece que nuestras prioridades han cambiado. Esta es una pregunta importantísima que debe hacerse el pueblo de Dios. Tiene que ver con mirarnos a nosotros mismos y hacer un acto de reflexión profunda.
…mientras que la obra es enorme, porque no se trata del palacio para un hombre sino del templo para Dios, el Señor. Con todo esfuerzo he preparado lo necesario para el templo de mi Dios: oro, plata, bronce, hierro, madera respectivamente para cada cosa. (…) Pero además de todo lo que ya tengo preparado para el templo (…), entrego para el templo el oro y la plata que son de mi propiedad personal: cien mil kilos del oro más fino, doscientos treinta mil kilos de plata refinada para cubrir las paredes de los edificios. (…) Y ahora, ¿quién quiere contribuir voluntariamente haciendo un donativo para el Señor? Entonces los jefes de familia, los jefes de las tribus de Israel, los jefes de batallones y de compañías, y los jefes de obras públicas del rey, hicieron donativos voluntarios…” 1ra Crónicas 29:1-6.
Se nos ha concedido el privilegio de ser partícipes de la obra de Dios en este tiempo. Antes fueron otros, hoy somos nosotros.
Pastor Roberto Góngora.