Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad. Efesios 5:9 Una mañana me levanté temprano, realicé mis oraciones y meditaciones, y luego comencé a preparar un desayuno especial para mi familia. Estaba revolviendo la masa para los bizcochuelos mientras cantaba y me sentía muy bien, cuando mi hijo Karl, con cara de sueño, entró a la cocina; tomó una caja de cereal, un plato vacío y se dirigió a la mesa. -Karl, momentito! No vamos a comer cereal en este desayuno. Nos vamos a sentar todos juntos a la mesa y desayunaremos en forma especial con bizcochuelos. -Pero es que no me gustan los bizcochuelos, papá… repitió mi hijo. Entonces me descontrolé. -¡Karl, nos vamos a sentar todos juntos a la mesa y desayunaremos el forma especial con bizcochuelos! Mi hijo cerró la caja de cereal, la tiró dentro del mueble y salió hacia su dormitorio, pisando fuerte. En un instante se había derrumbado mi gran idea. Tuve que dedicar los siguientes minutos a disculparme con Karl por mi estallido. Estoy seguro que usted, igual que yo, ha sufrido su cuota de metas estorbadas. Usted tuvo aquel plan tan grandioso para hacer algo tan maravilloso para Dios, su iglesia, su familia o un amigo. Entonces su plan fue desarmado por los frenéticos hechos cotidianos que escapan por completo a su control. No prosperó su idea en la reunión de directorio. Su hijo decidió ser el guitarrista principal de un grupo roquero en lugar de ser ese profesional que usted había pensado. Cuando uno basa su vida en el éxito de los planes que están sujetos a las personas y las circunstancias, la ida de uno se vuelve como un largo viaje en una montaña rusa emocional. La única forma de bajarse de la montaña rusa es caminar por fe de acuerdo con la verdad de la Palabra de Dios. Su propia identidad no debe depender de la cooperación de terceros ni de las circunstancias favorables. Decida llegar a ser el esposo, la esposa, el padre o madre, el dirigente o el obrero que Dios quiere que usted sea. Nadie puede interferir esa meta salvo usted mismo. Oración: Padre Celestial, muéstrame...
Metas y deseos Santos
Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? Números 23:19 Aprender a distinguir una meta santa de un deseo santo constituye una de las claves de la vida exitosa. Una meta santa es cualquier orientación específica que refleje el propósito de Dios para la vida de uno, cosa que no depende de las personas ni de las circunstancias que están más allá de la habilidad o derecho de control que uno tenga. ¿A quién puede controlar uno por habilidad y derecho propios? Prácticamente a nadie, salvo a uno mismo. La única persona capaz de bloquear una meta santa o volverla incierta o imposible, es uno mismo. En cambio, el deseo santo es cualquier orientación específica que depende de la cooperación de terceros o del éxito de acontecimientos o circunstancias favorables que escapan del control que uno puede ejercer sobre ellos. Uno no debe fundamentar en sus deseos el sentido del propio valor o de éxito personal, sin que importe cuán santos puedan ser; uno no puede dirigir a toda la gente ni a las circunstancias que afectan a la realización personal. Nos enojamos cuando las personas o las circunstancias estorban las consecuencias de nuestras metas. Nos angustiamos cuando la meta, percibida mentalmente, parece incierta. Nos deprimimos cuando la meta parece imposible. Pero, ¿cuál será la meta dada por Dios que pueda ser impedida, incierta o imposible? Todo es posible con Dios y todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Nadie puede evitar que seamos lo que Dios quiere que seamos, salvo nosotros mismos. Fíjese en la manera en que Dios distingue entre metas y deseos. Juan escribió: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis” (1ra Juan 2:1). Dios desea ciertamente que no pequemos, pero su condición de Dios y sus propósitos no pueden ser estorbados por nadie que ejerza su voluntad en contra del arrepentimiento pues es el deseo de Dios que todos se arrepientan aunque no todos lo quieren hacer. Dios cumplió su meta cuando Jesús dijo: “consumado es”. Dios hará lo que ha determinado hacer de modo que nosotros podemos ser todo lo que Él nos creó para ser. Oración: Señor, muéstrame los propósitos que tienes...
Viva en forma responsable
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal (Mateo 6:34). Confiar en Dios cada mañana es cuestión de propia valía. Jesús dijo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26). Los pájaros no son creados a la imagen de Dios, ¡pero nosotros sí! Los pájaros no heredarán el reino de Dios, pero nosotros sí. Los pájaros son mortales, la humanidad es inmortal. Si Dios cuida de las aves, tanto más cuidará de nosotros. Por eso el apóstol Pablo pudo escribir: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Mateo 6:30-31 manifiesta: “Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se hecha en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues…” Dios pone en juego su propia reputación. Él proveerá si confiamos y obedecemos; esto es cuestión de la integridad de Dios, “vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas… Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6: 32,34). Dios manda que vivamos hoy en forma responsable y confiemos en Él para mañana. ¿Somos gente de poca fe o realmente creemos que el fruto de Espíritu nos satisfará más que las posesiones terrenales? ¿Creemos realmente que seremos satisfechos si tenemos hambre y sed de justicia? ¿Creemos realmente que Dios suplirá todas nuestras necesidades conforme a sus gloriosas riquezas si procuramos establecer Su reino? De ser así, entonces buscaremos primero Su reino y Su justicia, y todas esas otras cosas nos serán añadidas (Mateo 6:33). Oración: Te doy las gracias Señor por cuidar tan fielmente de mí. Alegremente arrojo hoy sobre Ti todos mis afanes y preocupaciones. Extraído de “Diariamente en Cristo”, Neil Anderson y Joanne Anderson, UNILIT,...
La guía del Espíritu Santo
Porque todos los que son guiado por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios (Romanos 8:14). Un joven piloto acababa de pasar el punto de retorno de su viaje cuando el tiempo se descompuso. La visibilidad disminuía considerablemente a medida que la niebla bajaba a la tierra. Para este joven era algo totalmente nuevo el tener que confiar en forma exclusiva en los instrumentos de su panel, ya que recién había terminado el curso. Le preocupaba muchísimo el aterrizaje. Su destino era un aeropuerto metropolitano, siempre repleto y que él no conocía. Faltaban escasos minutos para entrar en contacto radial con la torre de control y, hasta ese momento, el joven se encontraba a solas con sus pensamientos. Su instructor lo había forzado a aprender de memoria el reglamento, cosa que no le interesó en su momento, pero que ahora agradecía. Por fin escuchó la voz del controlador de tráfico aéreo diciendo: “lo voy a poner en espera”, “¡Lo que me faltaba”, pensó el piloto, aunque sabía que la seguridad de su aterrizaje estaba en las manos del controlador. Él tenía que atenerse a las instrucciones y entrenamiento previos, confiando ahora en la voz de un invisible controlador de tráfico aéreo. Consciente de que esa ocasión no era para dar muestras de orgullo, respondió: “Le agradeceré toda la ayuda que pueda darme porque aquí arriba no hay precisamente un experto profesional”. El controlador exclamó: “Cuente con ello”, y durante los siguientes tres cuartos de hora guió amablemente al piloto a través de la espesa niebla. A medida que iba recibiendo las instrucciones para corregir rumbo y altura, el joven piloto se dio cuenta que el controlador lo iba dirigiendo en forma tal que esquivaría los obstáculos, alejándolo del riesgo de posibles choques. Por último aterrizó sano y salvo, gracias a las palabras del reglamento firmemente colocadas en su mente y a la amable voz del controlador. El Espíritu Santo nos guía por el laberinto de la vida en una forma muy similar a la de ese controlador de tráfico aéreo. El controlador supuso que el joven piloto comprendía las instrucciones del manual de vuelo y basó su guía en eso. Así pasa...
Caminantes del camino
Enoc, Abraham y Salomón, “Caminantes del Camino” Es una realidad, las personas levantan altares siempre. Lo hacen “por las dudas”; lo hacen para que ese dios, o ese santo se apiaden y producto de nuestro sacrificio haga algo o conceda un favor a aquel que está presentando la ofrenda. Lo lamentable es que aunque nada suceda, siguen ofreciendo sus votos, sus oraciones, sus ofrendas, etc. Esta es una fe que está depositada en la inseguridad del “tal vez obre”, del “tal vez suceda”. Hoy centraremos nuestra atención en tres personajes, tres hombres, tres “Caminantes del Camino”. Por un lado Enoc, por el otro Abraham y finalmente Salomón. ENOC – Génesis 5:21-24 Déjenme pensar que algo sucedió, en algún momento, en la vida de Enoc para que se diga de él que: “Después del nacimiento de Matusalén, Enoc anduvo fielmente con Dios trescientos años más, y tuvo otros hijos y otras hijas. En total, Enoc vivió trescientos sesenta y cinco años, y como anduvo fielmente con Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó.” Génesis 5:22-24 (Biblia al día) Permítanme pensarlo de esta manera. Tal vez, durante una buena parte de su vida, Enoc vivió de acuerdo a sus propios principios e intereses; conociendo a Dios pero no disfrutando de una relación profunda con Él. Yendo al templo y a cada reunión pero cayendo en la crítica constante sobre cómo se hacían las cosas sin disponer su corazón ni a la alabanza y ni al mensaje. O quizás, el trabajo de Enoc le impedía desarrollar su vida espiritual como quisiera. Tal vez los proyectos de vida que tenía, todavía no contemplaban un “salto” a nivel espiritual, o un marcado progreso en el compromiso en las cosas de Dios. Finalmente es una cuestión de prioridades y cada uno decide. Tal como dice la Palabra, “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.” Mateo 6:21 (Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy) En definitiva no sabemos qué es lo que pasó, pero algo sucedió para que la vida de este hombre cambiara definitivamente. ¿Qué habrá sido? Nos dice el texto que Enoc tuvo hijos e hijas, seguramente todos bien queridos. Pero me parece que el nacimiento...
El Hijo Pródigo
La parábola del hijo pródigo o el Restaurador accionar de Nuestro Padre Dios. ( Luc.15: 11-32). Jesús enseñaba por historias que conocemos con el nombre de “parábolas”. Estas tienen una o varias posibilidades de ser entendidas pero ésta que estaremos mirando tiene como su objetivo más importante reflejar el amor de Dios hacia la gente que no está en relación espiritual con El. Les invito entonces a observar a ésta familia compuesta por un padre y sus dos hijos, de la cuál Jesús nos habla como referendo del amor divino. ¿Dónde está la madre? La primer cosa que salta a la vista al leer ésta historia es que la madre no es nombrada. (v.11). Las mujeres no se contaban dentro de las genealogías o historias hebreas (Mt.14:21).Tenían un lugar secundario en la sinagoga, pero la perspectiva de Jesús era diferente: Mujer Samaritana, mujer adúltera, madres con sus niños. Marta y Miriam; así qué, como Jesús no la nombra es posible que la madre de ésta familia haya muerto hacía ya un tiempo, lo cuál deducimos del cuadro de crisis y de la psicología de los personajes de los cuáles se nos habla. Un estudio acerca de la psicología familiar nos dice que cuando uno de los padres falta se produce la “homeostasis”: Asunción del rol del progenitor faltante, aquí es en la persona del hijo mayor. Es la búsqueda del equilibrio familiar. Asume el rol de “ser ejemplo”. Es una actitud muchas veces “No consciente”. Es el hijo que no hace reclamos al padre (v12), nunca desobedece (v29), trabaja con ahínco (v25) y no malgasta sus recursos (v29). Es un hijo “ejemplar”. Polarización de funciones. Hijo mayor: Obligaciones y deberes. Hijo menor: Derechos y privilegios. Hijo mayor: Responsabilidad de sol a sol. Ahorra y produce. Su tristeza se canaliza trabajando. Hijo menor: Libertad. Gasta. Llena la casa de amigos y música. Ambos hermanos están en una alternativa dolorosa: Afirmar su punto de vista o sucumbir. Hijo menor: La Partida. El hijo menor entonces sale en busca de diversión, aventura, libertad, experiencias. Necesita definir su identidad y escapar de la situación obscura en la cuál se siente inmerso. Muchas personas entran en la adultez sin...