Caminantes del camino

Caminantes del camino

Enoc, Abraham y Salomón, “Caminantes del Camino”

Es una realidad, las personas levantan altares siempre. Lo hacen “por las dudas”; lo hacen para que ese dios, o ese santo se apiaden y producto de nuestro sacrificio haga algo o conceda un favor a aquel que está presentando la ofrenda. Lo lamentable es que aunque nada suceda, siguen ofreciendo sus votos, sus oraciones, sus ofrendas, etc. Esta es una fe que está depositada en la inseguridad del “tal vez obre”, del “tal vez suceda”.

Hoy centraremos nuestra atención en tres personajes, tres hombres, tres “Caminantes del Camino”. Por un lado Enoc, por el otro Abraham y finalmente Salomón.

ENOC – Génesis 5:21-24

Déjenme pensar que algo sucedió, en algún momento, en la vida de Enoc para que se diga de él que:

“Después del nacimiento de Matusalén, Enoc anduvo fielmente con Dios trescientos años más, y tuvo otros hijos y otras hijas. En total, Enoc vivió trescientos sesenta y cinco años, y como anduvo fielmente con Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó.”
Génesis 5:22-24 (Biblia al día)

Permítanme pensarlo de esta manera. Tal vez, durante una buena parte de su vida, Enoc vivió de acuerdo a sus propios principios e intereses; conociendo a Dios pero no disfrutando de una relación profunda con Él. Yendo al templo y a cada reunión pero cayendo en la crítica constante sobre cómo se hacían las cosas sin disponer su corazón ni a la alabanza y ni al mensaje.

O quizás, el trabajo de Enoc le impedía desarrollar su vida espiritual como quisiera. Tal vez los proyectos de vida que tenía, todavía no contemplaban un “salto” a nivel espiritual, o un marcado progreso en el compromiso en las cosas de Dios. Finalmente es una cuestión de prioridades y cada uno decide. Tal como dice la Palabra,

“Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.”
Mateo 6:21 (Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy)

En definitiva no sabemos qué es lo que pasó, pero algo sucedió para que la vida de este hombre cambiara definitivamente. ¿Qué habrá sido?

Nos dice el texto que Enoc tuvo hijos e hijas, seguramente todos bien queridos. Pero me parece que el nacimiento de Matusalén, su primogénito, provocó algo en su vida. De pronto todo lo que hasta ese momento ocupaba el primer lugar en su vida, pasó a un segundo plano. Ahora tenía un hijo en sus brazos. Y podríamos decir que la llegada de un hijo marca un punto de inflexión en la vida de una familia. Se crece en responsabilidad, ya que las cosas no son como antes. Los hijos marcan nuestra vida a fuego; ponemos en ellos todas nuestras expectativas y algunas de ellas se cumplen.

Pero lo que más moviliza en nosotros la llegada de los hijos es nuestra responsabilidad ante Dios por ellos. No es tanto lo que nosotros podamos dejarles como recursos, bienestar, estudios, posibilidades de crecer, etc. sino lo que ellos ven en nosotros producto de nuestro caminar con Dios. No podríamos enseñarles a “caminar con Dios” si nosotros no caminamos con Dios primero. En esta mañana, aquí en la Casa de Dios, hay varias generaciones representadas: nuestros mayores, adultos, jóvenes, adolescentes, niños. Y delante del Señor estamos obligados a preguntarnos acerca de las huellas que ya hemos dejado, las que estamos dejando o las que dejaremos en sus vidas.

Así que, de pronto la responsabilidad de ser padre transformó la vida de Enoc. Tal vez se dio cuenta que el bienestar espiritual de la vida de su familia dependía de su vida de relación con Dios (Deuteronomio 6:7; Josué 4:21-23; Juan 12:49,50). Enoc sabía que lo que él viviera en la intimidad con su Dios, se reflejaría en la vida de sus hijos, y esto afectó profundamente su vida. No nos olvidemos que la Palabra aclara que la manera en que vivamos nuestra vida tendrá consecuencias al menos hasta la cuarta generación.

El autor de la Carta a los Hebreos nos cuenta que Enoc,

“Vivió en la presencia de Dios en forma cotidiana”
Hebreos 11:5,6

Enoc descubrió el secreto de un rostro que brilla en la presencia del Señor. No fue Padre de naciones, no dirigió a ningún pueblo por el desierto, no levantó su vara para que se separaran las aguas, no fue profeta ni rey sobre Israel, no fue uno de los discípulos del Señor ni salió a fundar iglesias por todo el mundo. No fue nada de eso que se ve… o eso que el mundo llama éxito. No tuvo marquesinas ni luminarias con su nombre, no escribió libros, no fue teólogo, ni licenciado, ni pastor. No fue un acomodado social, ni tuvo un apellido reconocido… sin embargo vivió una fe que agradó a Dios. Y si hay algo que le agrada a Dios es porque también hay otras que no le agradan. Me pregunto: no había otros hombres con fe en aquel tiempo? Seguro que sí, hay muchas personas con fe y con todo tipo de fe. Pero a Dios le agradó la fe genuina, pura y sincera de Enoc.

Es increíble, Enoc no pensaba en términos de “hacer” sino en términos de “dejarse hacer”. Este simple caminante, había descubierto el poder de la intimidad con Dios. Al decir del Apóstol Pablo: “Ya no vivo yo…”; al decir de Juan el Bautista: “Es necesario que yo mengüe…”; al decir del mismo Jesús: “No hablo nada por mí mismo, mi comida es hacer la voluntad de mi Padre.” A Dios le agradó la vida de fe de este hombre, y de esto se trata. Dios encontró en Enoc un vaso de barro perfectible, moldeable, siempre fresco. Sencillamente, caminó con Dios. Se encontraban cada día en ese camino, lo caminaban juntos y charlaban por largo rato. Habrá encontrado el Señor en ti ese mismo barro que caracterizó la vida de Enoc? No se trata de cuánto hayas logrado de Dios, sino de cuánto logró Dios de vos.

Yo no sé si Dios está buscando lo que hacemos hoy en día. No sé si está buscando salmistas, levitas, cantores, apóstoles, profetas, reverendos… todo esto es lo que nosotros pensamos que agrada a Dios. Los evangelios nos dicen que Dios está buscando intensamente “obreros y adoradores”. Y un “obrero del Reino” y un “adorador del Reino” es una persona de fe. Es aquella persona que ha decidido llevar su fe a un plano de intimidad con Dios. Creo profundamente que Dios está buscando “caminantes”, alguien que camine junto a Él, alguien que salte al camino para juntarse con Él. ¿Por qué? Porque la pregunta del final de los tiempos será… “Cuando el Hijo del Hombre venga, hallará fe en la tierra?” La fe que agrada a Dios es aquella que trasciende en las generaciones venideras.

ABRAHAM – Génesis 12:5-8; 13:18

El caso de Abraham es distinto. Frente al llamado de Dios deja su tierra, su familia paterna, sus amigos, sus vecinos. ¿Cómo le habrá explicado Abraham a su familia la necesidad de este cambio? Por lo pronto nos queda claro que: “hay momentos en los que se hace muy difícil explicar la voluntad y el obrar de Dios.”

Pero a medida que vamos avanzando por el camino de la fe, nos vamos encontrando con señales claras de la presencia de Dios. Y esto produce en nosotros la seguridad de que estamos en marcha y correctamente ubicados en SU plan. Es como saber que hemos llegado al final de una etapa y es inminente el comienzo de la siguiente. Egipto, Mar Rojo, Mara, Elim, Sinaí, Cades-Barnea, Horeb, etapas que nos hablan de un pueblo avanzando.

Cuando Abraham entró y comenzó a recorrer la tierra que Dios le había prometido, fue recibiendo señales bien claras de la presencia de Dios y entonces levantó “altares”. Pero no por las dudas, no para ver si Dios seguía estando, sino como un testimonio claro de que allí, en ese lugar, en ese preciso momento de su vida, Dios se había revelado y había mostrado Su gloria a un mortal, a un hombre.

El Altar de Siquem

Y atravesó Abram el país hasta el lugar de Siquem, …Y el Señor se apareció a Abram, y le dijo: A tu descendencia[e] daré esta tierra. Entonces él edificó allí un altar al Señor que se le había aparecido.
Génesis 12:6,7

Este es el altar que representa la confirmación de estar en el lugar que Dios quiere. Es estar en el centro de Su voluntad. Es ese lugar, ese momento en donde Dios nos dice: “adelante hijo mío…” Como cuando Moisés pidió a Dios una confirmación de su presencia; como cuando Jesús se transfiguró en el monte. Siquem representa lo que Dios hace en momentos clave con nosotros. Más adelante, en tiempos de Josué, Siquem será el punto de partida para la conquista.

El Altar de Betel

De allí se trasladó hacia el monte al oriente de Betel, y plantó su tienda, teniendo a Betel al occidente y Hai al oriente; y edificó allí un altar al Señor.
Génesis 12:8

Creo que este altar representa esas situaciones temporales que Dios nos permite vivir. No sabemos por qué? Sin embargo llegan y se instalan en nosotros por un tiempo. Padecemos, sufrimos y luego pasan. Aquí Abraham sufrirá el hambre que provocará su traslado a Egipto para luego regresar. Cuando Dios está en control de cada cosa, el sufrimiento solo será temporal.

El Altar de Hebrón

Entonces Abram mudó su tienda, y vino y habitó en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí un altar al Señor.
Génesis 13:18

Este altar representa la invitación de Dios a desarrollar, a caminar en Su plan. No nos podemos quedar, tenemos que desarrollarnos. Cada uno en lo suyo. ¿Qué hacemos con nuestra vida? Hay una diferencia muy grande entre levantar un altar por las dudas y levantar un altar como símbolo o testimonio a los demás.

SALOMÓN – 1° Crónicas 29:1

La historia de la construcción del templo es una historia de intentos, de ofrendas, de corazones, de manifestaciones, de consagraciones, etc. Es una historia tan atrapante como dolorosa. Sabiendo David que él no iba a edificar el templo de sus sueños, de todas maneras sigue adelante con el proyecto. Ve en Salomón la continuidad de la promesa de Dios. Pero a sus ojos, Salomón tiene algunas señas particulares:

El rey David dijo a toda la asamblea: «Mi hijo Salomón, el único elegido por Dios, es todavía joven e inmaduro, mientras que la obra es grande,
porque este palacio no es para los hombres, sino para Dios.
1° Crónicas 29:1

Este hijo de David es el escogido por Dios, pero también es un “joven inmaduro”. Me pregunto si la “juventud” es un defecto; también me pregunto si la “falta de madurez” es un defecto; y a la vez me pregunto si David está diciendo al pueblo que su hijo Salomón no sirve para esta tarea. Respuesta: Creo que David está advirtiendo a aquellos que estaban reunidos frente a él que la obra de Dios es una cuestión de peso. Porque sea que limpies un baño, un piso, pintes una pared, cuelgues una cortina, prepares un té, un devocional, administres las ofrendas, prediques, ministres, dirijas el canto, toques un instrumento, compartas con los adolescentes, abras el templo, recibas a los hermanos, controles el sonido, “…no será para hombre sino para Jehová Dios.” Finalmente la juventud, la falta de madurez, nos hace saber que estamos en el camino, en proceso y en las manos de Dios. Siglos más tarde, San Pablo le diría a Timoteo, su hijo espiritual y un joven pastor, “…nadie tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo.” Lo mismo le correspondía a Salomón. Y a vos, y a mí. Así y con todo, Dios sigue adelante con el Proyecto Salomón.

Salomón se sentó como rey en el trono del Señor, en lugar de su padre David. El prosperó y todo Israel le obedeció. Todos los jefes y guerreros, lo mismo que todos los hijos del rey David, juraron fidelidad al rey Salomón. El Señor engrandeció sobremanera a Salomón a los ojos de todo Israel, y le concedió un reinado glorioso como nunca había tenido ningún otro rey de Israel antes de él.
1° Crónicas 29:23-25

Y marca también el final del Proyecto David.

David, hijo de Isaí, había reinado sobre todo Israel. Cuarenta años duró su reinado sobre Israel. Reinó siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén Murió después de una dichosa vejez, lleno de años, de riqueza y de gloria, y le sucedió su hijo Salomón.
1° Crónicas 29:26-28

Y así llega el tiempo de Salomón para reinar sobre Israel, todavía joven e inmaduro. Levanta el templo y trae el arca, símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Estos versículos nos muestran con claridad que no siempre seremos los protagonistas o los actores del obrar de Dios en un tiempo determinado. Debemos tener cuidado con la ansiedad, el dicho popular dice que “nos mata”. Hay cosas que continúan y se concretan en nuestros hijos o en nuestros nietos. No todo lo veremos con nuestros ojos. Cuando la presencia de Dios está, todo lo demás pasa a un segundo plano o desaparece. Ya no hay protagonistas porque el Único es Él. Él es lo primero y pone a cada uno en su lugar.

El final de esta historia es por todos nosotros conocida. Pasaron siglos, la leemos una y otra vez y creo que las preguntas que nos hacemos siguen siendo las mismas. Este es un pasaje de la Biblia que no varía su aplicación ni su interpretación a pesar del tiempo transcurrido o el tipo de sociedad que lo lea. Los siguientes versículos nos hablan del peligro de redireccionar nuestro corazón y desviarnos del proyecto original.

El rey Salomón amó a muchas mujeres, además de la hija del Faraón: mujeres moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, es decir, de esas naciones de las que el Señor había dicho a los israelitas: «No se unan a ellas, y que ellas no se unan a ustedes; seguramente les desviarán el corazón hacia otros dioses».
Pero Salomón se enamoró de ellas.
1° Reyes 11:1,2

PARA CONCLUIR

Más de 2000 años de historia no es poco, El “ahora”nos corresponde a nosotros. Ya ha pasado mucho tiempo desde que Jesucristo nos encomendó la tarea de impregnar este mundo con la Palabra del Evangelio. Hoy hemos recorrido brevemente la vida de tres caminantes. Los tres vivieron de acuerdo a las decisiones que tomaron. No fueron perfectos, ni inmaculados.

Uno de ellos parece que vivió como quiso hasta que el nacimiento de su hijo primogénito le provocó un clic espiritual y su vida comenzó a cambiar. Decidió hacer algo con su fe y salir de la mediocridad espiritual. Decidió morir y entronar al Rey en su vida. Decidió congregarse y ver a Cristo formándose en la vida de los demás. Decidió orar en privado y también con sus hermanos. Tomó la decisión de estudiar la Biblia, asistiendo a las clases de la Escuela Bíblica. Decidió entregar sus diezmos y sus ofrendas al Dador de todas las cosas. En fin, Enoc decidió vivir en fe y por fe. Y algunos de nosotros, en esta mañana, deben tomar la misma decisión que Enoc, sin dejar pasar más tiempo. El resultado? Nada visible en la tierra; pero en los cielos Dios gritaba a voz en cuello a todos, que Enoc acababa de llegar… pero sin experimentar la muerte. Privilegio que ni siquiera se le concedió al Hijo de Dios.

El otro caminante vivió una experiencia muy fuerte. No era sencillo dejar la idolatría porque a veces, rendir culto a varias cosas a la vez aquieta la conciencia, es más llevadero, menos comprometedor. Ir a una iglesia hoy y a otra mañana, adorar a veces y otras no, parece ser la triste característica de estos tiempos. A Abraham, sus posesiones materiales no le daban lo que necesitaba. Así que dijo basta! Entendió que la clave estaba en transitar, habitar y disfrutar el “nuevo horizonte” que este Dios le mostraba. Y se jugó, habló con la familia, se mudó y habitó la tierra. También, algunos de nosotros deben tomar ya esta misma decisión. Deben asentarse en una congregación, adorar allí, crecer allí, servir allí, luchar allí. El resultado? Nada visible en la tierra que no haya dependido de su esfuerzo; pero en los cielos Dios gritaba a voz en cuello a todos, que Abraham era su amigo.

Pero el caminante Salomón nos llama profundamente la atención. Estaba en el centro del proyecto de Dios pero poco a poco se fue corriendo. Dios le había dado todo lo que pidió y aún recibió más todavía. Lamentablemente no usó la sabiduría divina hasta el final de su vida. Sus amoríos hicieron que su corazón se desviara del verdadero amor. El Cronista dice que se enamoró de ellas y su corazón se desvió hacia otros dioses. El resultado? Seguramente el triste y chismoso comentario de todos los ciudadanos, por las calles, en las casas, en el trabajo, en la iglesia. Ni siquiera la intimidad de su entorno pudo hacer que recapacite.

La iglesia de Cristo donde quiera que se congregue y tenga la edad que tenga, no tiene otro desafío:

  • O vive y camina desarrollando su fe en el camino con Cristo, o deja de ser iglesia.
  • O deja de dar vueltas por el desierto y se asienta definitivamente, o deja de ser iglesia.
  • O ama definitivamente a Cristo, o amará otras cosas.

Dios te bendiga!

Pastor. Roberto R. Góngora

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