«Os he puesto delante la vida y la muerte… escoge, pues, la vida, para que vivas… amando al Señor tu Dios, atendiendo a Su Voz». (Deuteronómio 30: 19-20)
Nuestra vida está entretejida de múltiples decisiones. Desde la mañana hasta la noche tomamos decisiones, algunas sin consecuencias y otras irreversibles.
Hay que tomar grandes decisiones, por ejemplo las relacionadas con los estudios, el trabajo, el domicilio, el matrimonio. Pero también hay decisiones de tipo moral: elegir entre el bien y el mal, entre la mentira y la verdad, la humildad y el orgullo, el egoísmo y la generosidad, la valentía y la cobardía.
Siempre tenemos que decidir. Cada uno tiene la responsabilidad de hacerlo.
La elección más importante es la de la fe: vivir con Dios o sin Él. Esta elección tendrá consecuencias para nuestro futuro en la tierra y en la eternidad. En este día Dios dice a cada uno de nosotros: “Escoge la vida”.
No cierre su corazón al llamado de Dios. Él tiene palabras de vida eterna. No diga: “todavía tengo mucho tiempo, tomaré una decisión más tarde”, pues el tiempo pasa día tras día, y usted corre el riesgo de aplazar siempre la decisión. Por supuesto, nadie escogería voluntariamente la muerte en lugar de la vida. Pero seguir en la indecisión equivale a rehusar la salvación de Dios.
En Su Palabra Dios dice: “He aquí ahora el día de salvación” (2da Corintios 6:2). Desde que se reveló por medio de Jesucristo, “Dios… manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).
Escucharle y obedecerle es recibir la vida, la vida eterna, es tener en Jesús todo para vivir la verdadera vida. ¡Es tomar la buena decisión!
Tomado de La Buena Semilla, 2014.