“Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?… Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer… Me dijo todo lo que he hecho.” (Juan 4: 29,39).
No nos agradaría mucho encontrar a alguien que nos dijese todo lo que hemos hecho. Todo, no solo lo que ven los que nos rodean, sino también todo lo que no ven, tanto nuestras acciones como nuestros pensamientos o deseos. Sin duda tendríamos miedo de que nos despreciase o nos desaprobase, aunque nuestro severo juez no fuese mejor que nosotros.
Pero hay alguien que sabe todo, que lee en los lugares más recónditos y ocultos de nuestro corazón, que conoce nuestros pensamientos más secretos e igualmente todas esas cosas que hemos hecho y que nos avergüenzan. Él es aquel que puede condenarnos y dejarnos sin excusa, pues Él mismo es irreprochable. Vivió en el mismo mundo que nosotros y no cometió pecado.
Sin embargo, Su deseo no es condenarnos, ni juzgarnos, sino salvarnos. ¡Esa persona es Jesús! ¡Vaya a Él si aún no lo ha hecho!
Confiésele todo lo que ha hecho. Entonces Él le dirá todo lo que ha hecho por usted: tomó nuestros pecados como si fueran suyos, los llevó ante Dios y sufrió el justo juicio que nosotros merecíamos. Murió por nosotros, somos salvos por su muerte. ¡Realmente vale la pena tener un encuentro con Él hoy mismo!
Jesús dice: “No he venido a juzgar al mundo, sino a salva al mundo” (Juan 12:47).
“Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1° Timoteo 2:5-6).