“Orar siempre, y no desmayar” Lucas 18:1
“Así dice el Señor…: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas” 2° Reyes 20:5.
“Después de la Segunda Guerra Mundial era casi imposible ir a China. Sin embargo, eso era lo que yo realmente deseaba hacer. Oí hablar de un pequeño barco que iba hasta Shangai, pero no era de pasajeros. A pesar de ello, cada día iba a la oficina de la compañía y preguntaba si podía embarcar. El empleado, aunque era muy amable, siempre rechazaba mi solicitud. Al día siguiente volvía a insistir, hasta que un día el hombre me dijo: Debe ser muy molesto venir tan a menudo. Déjeme su número de teléfono y le llamaré cuando pueda satisfacer su petición. Le aseguré que yo no tenía nada más que hacer y que volvería cada día. Le dije que no lo iba a dejar tranquilo. ¡Al día siguiente obtuve mi billete!” G. C. Willis.
Esta historia ilustra la actitud que el Señor nos pide cuando oramos (Lucas 18:2-5). Orar una y otra vez, y otra vez. Sin dejarnos vencer por el desánimo, hasta que la oración sea contestada.
Sin embargo hay una condición: “Y esta es la confianza que tenemos en él (Jesucristo), que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1° Juan 5:14-15). Si estamos seguros de que nuestra petición es conforme a la voluntad de Dios, accionemos con fe esa palanca de la oración perseverante. ¡Y los cerrojos de hierro se romperán!
Si nuestra petición no es conforme a Su voluntad, Dios nos dirá “no”, y nos aclarará esta respuesta, siempre fortaleciendo nuestra fe (2° Corintios 12:9).