¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios para conmigo?
Salmo 116:12.
Alabad al Señor, porque Él es bueno, porque para siempre es su misericordia
Salmo 118:29.
- ¿Qué te pasó?, preguntó un vecino a un niño que tenía una tirita en la cara.
- ¡Oh!, respondió su madre que estaba junto a él, tropezó y cayó de cabeza sobre un rastrillo. Por poco se rompe el ojo.
El interlocutor parecía esperar algo más.
- Espero que le sirva de lección, continuó diciendo la madre.
- ¿Eso es todo?, preguntó el vecino.
- ¿y qué más quiere?, repuso la madre.
- ¡Falta la conclusión!, declaró seriamente el hombre, quién señalando al cielo agregó: “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2).
¡Cuán fácilmente olvidamos dar las gracias a Dios por todo lo que nos concede; por la vida que nos da y nos renueva, por su protección y ayuda, a veces milagrosa!
En el evangelio leemos que de los diez leprosos que Jesús había sanado, solo uno volvió para darle las gracias (Lucas 17:11-19). Y nosotros, creyentes por quienes Jesús murió para darnos la vida eterna, ¿podríamos dejar pasar un día sin darle las gracias y alabarlo por esa salvación tan grande? A esto tenemos que añadir todas las bendiciones materiales y espirituales que hemos recibido del Señor, todas las respuestas a nuestras oraciones, todas las alegrías que experimentamos en nuestras familias o cuando estamos reunidos en torno a Él.
¡Claro que Dios merece nuestro agradecimiento! Que sepamos expresarlo mediante nuestras oraciones y una vida que le agrade y honre.