“No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” Lucas 2:10-11.
“Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” Juan 20:20.
Basta con tomar un transporte público, por ejemplo el subte, el colectivo o el tren, para leer en muchos rostros el desánimo o la tristeza debido a las preocupaciones de la vida cotidiana. Para los que no tienen otro horizonte que esta tierra, no hay nada más comprensible. A las noticias, a menudo preocupantes, difundidas por los medios de comunicación se añaden todos los problemas personales y familiares.
El cristiano también pasa por dificultades, pero el gozo permanece en su corazón. La melancolía no debería ser su estado espiritual habitual. Si acostumbra pasar cada mañana un momento con Dios mediante la lectura de la Biblia y la oración, su rostro puede reflejar la serenidad durante todo el día.
Se cuenta que un día de navidad alguien llevó una niña pobre a una clínica cristiana. La pequeña escuchó la historia de Jesús y se llenó de gozo.
-¡Ah, qué contenta estoy aquí! -dijo a la enfermera- ¿Usted sabía que Jesús nació?
-Por supuesto, dijo la enfermera.
-¿Lo sabía?, pues no parece.
-¿Por qué?, preguntó la enfermera un poco sorprendida. Y en seguida comprendió que su rostro adusto contradecía ese gran tema de gozo que decía conocer.
Jesús nació, murió por nosotros, resucitó y está todos los días con nosotros si depositamos nuestra confianza en Él.
¿No le parece una razón más que suficiente para que nuestro corazón cante de gozo todo el día?