Planeábamos realizar un viaje a Israel, la Tierra de la Biblia. Como cristianos sabemos la importancia que tienen esas tierras. Importancia no solo histórica y política, sino especialmente la importancia de conocer los lugares donde se inició el cristianismo, cada ciudad, cada rincón, cada camino; y especialmente esos lugares por los que caminó el Señor Jesucristo llevando el Mensaje de Paz y Esperanza para el ser humano.
Pero por problemas de aerolínea se debió retrasar el vuelo. Finalmente viajamos a finales de abril vía Estambul, Turquía. Salimos desde Argentina 35 pasajeros, de los cuales 5 éramos armenios. ¿Deberíamos realizar ese viaje? ¿Qué dirían nuestros connacionales de pasar el 24 de Abril en Estambul? ¿Qué hubieran pensado nuestros abuelos y demás antepasados al respecto? ¿Habrían pensado ellos alguna vez que alguno de nosotros volvería a esas tierras? ¿Lo verían como una traición? ¿Nos perdonarían por eso? ¿Nos lo prohibirían acaso? Algunas de las preguntas que pasaron por mi mente.
Recuerdo que llegamos a Estambul y el primer impacto no tardó en llegar. Ni bien bajamos del avión, ver tanta gente con túnicas, cabezas cubiertas, rostros cubiertos. Personas de todas las razas, de todos los colores, por todos lados, gente diferente, idiomas diferentes, rostros diferentes.
Recuerdo que recorrimos Estambul dos días. Los puntos turísticos de importancia. Los palacios, la Iglesia Santa Sofía, la Mezquita Azul, el bazar egipcio, el gran bazar, un paseo por el Bósforo. Viendo construcciones impresionantes de otros tiempos de abundancia. Pero viendo también al otro extremo de la escala social, niños y jóvenes sirios rogando y mendigando por sus calles (han llegado a Turquía 5 millones de refugiados de Siria durante los últimos 2 años, escapando de las matanzas generadas por el Estado Islámico – ISIS).
Grandes contrastes a nuestro alrededor que nos acompañarán durante nuestra recorrida por Estambul. Ante cada cosa que veíamos y nos resultaba agradable y digno de reconocimiento, le seguía una situación contraria. Creo que también en nuestro interior se iban dando esas sensaciones encontradas. Opuestas.
Recuerdo ver rostros a veces muy familiares, muy parecidos a los nuestros. Y otras, rostros muy diferentes, ásperos, rústicos, toscos. Mujeres todas cubiertas, caminando detrás de los maridos que parecen andar ignorándolas por completo, paseando delante de carteles publicitarios de marcas europeas. Más contrastes.
Sus palabras nos recordaban las frases y dichos de nuestros abuelos. Aquellas que aprendimos escuchándolos a ellos. Y nos resultaban tan familiares y queridas. Otras veces, al escucharlos hablar entre ellos, a nuestros oídos les sonaban tan duras y brutales. Más contrastes.
Recuerdo caminar por sus calles, y era una sucesión de estímulos tan agradables. Reconocer los aromas y las especias. Una comida, un postre. Pajlavá, shishkebab, lesmeyun, cofté. Se multiplicaron en nuestras narices, y en nuestros estómagos.
Recuerdo que el 24 de Abril nos encontró en sus calles, donde sin saberlo nos cruzamos con la marcha respetuosa y ordenada de nuestros hermanos armenios de Estambul, aproximadamente 500 metros llena de personas con pancartas y reclamos. Dejando lugar para que los otros que estuvieran paseando pudieran hacerlo sin problemas. Vimos correr desordenadamente detrás de ellos a jóvenes del Partido Comunista Turco, con sus carteles y sus intenciones. Siendo éstos interceptados por la policía local, seguida de las corridas y los empujones “habituales”. Contrastes.
Siguió el viaje. Llegamos a nuestro destino original, y esa sensación ambigua que queda. Tantos momentos de charla, amistad, risas, alegrías, afectos. Pero también de dudas, temores, y ese “sabor amargo” que suele aparecer.
¿Qué pensar del pueblo turco? Sus gobernantes y algunos otros (los violentos) son enemigos declarados de los armenios. Pero hay mucho otros que son manipulados y confundidos. Les enseñaron una historia inventada, y la han repetido durante cien años. Las generaciones actuales no saben nada, y tienen miedo de saber. “…sino que se envanecieron en sus razonamientos,y su necio corazón fue entenebrecido” – Romanos 1: 21.
Debemos seguir trabajando para que todos los países, y especialmente Turquía y todo su pueblo reconozca la verdad de los acontecimientos ocurridos en 1915-1923 (el Genocidio Armenio). Dijo Jesús:“Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.” San Juan 12:46. Como cristianos debemos orar y buscar que ellos también tengan la oportunidad de conocer la Verdad, y conocer a Jesucristo, la Luz del Mundo “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la Verdad” 1ª Timoteo 2:4.
Ellos, igual que nosotros, necesitan recibir a Jesús como Señor y Salvador de sus vidas, confesar sus pecados y experimentar el perdón y amor eterno de nuestro Dios.
Dr. Guillermo Hayetian
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